“De memorias, ganancias y pérdidas” es el poema extenso de la vida misma. Una historia que se esparce en palabras de viento

mar y se quedan danzando como espumas, una historia que se cuenta por capítulos, por episodios, que suelta a cuenta-gota la des- nudez del alma. No basta con soñar esa palabra al borde de la len- gua, se le da rienda suelta para que inunde los fragmentos de otras vidas. Que su poesía alcance para muchos como un pan

En el poemario discurren tres momentos esenciales: el tiempo pasado con su carga de ternura casi infantil, los olores de la tierra materna, la casa, los juegos, las pérdidas, los recuerdos: “un pedazo de mi vida quedó enterrado en el patio”. El pasado en el poeta no es una página escrita que se borra para escribir de nuevo, es un mapa que revela el mundo recorrido, el que teje cicatrices y nos moldea a costa de carbón, golpes y zanjas.

El tiempo de las Ganancias que no se mide jamás en posesiones de espejuelos acumulados en el cofre secreto de la cómoda, sino en los afectos que se construyen: las lecturas, los libros que se anclan en el alma, los amigos, los amores, la pasión. En este tema del amor, se gana aun perdiendo. Se gana en la sonoridad de la piel, en los ungüentos deliciosos que perfuman nuestros pliegues más íntimos, en el gusto fijado en el paladar que sabe a viajes, a tinto y a café.

Pero, como toda vida, también tiene Pérdidas. Esas se agrupan como sombras al acecho de la agonía, ésas acrecientan la firmeza de la carne, el coraje del alma. Se vive con ellas como una amiga con la cual sentarse a tomar café y conversar:

Hay tatuajes, que no se ven en la superficie,

se esconden justo adentro, en el corazón,

en los recuerdos, en la vida misma.

Por momentos, nos roban la paz, la calma y hasta la cordura: la muerte, las idas, los finales, los caminos bifurcados, queda el ciclo del recuerdo, la brevedad del pasado en la memoria:

Recibiendo tu viento lento, Tus partículas llegan a mí, Las guardo entre el olvido, Porque es un lugar amplio en mí.

Este es el poemario de Febys Vergara, una artista dispuesta a dejarse ver el entrecejo, el aliento escondido, sus latidos y su cielo pleno de mar en estas palabras de hombre inacabado.