Semana Santa de mi boca
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mundo, la representación por antonomasia del ser y de sus sentidos, como,
digamos, Jorge Eielson, en Noche oscura de mi cuerpo: cuerpo místico, cuerpo y
escritura espiritual, búsqueda y recuperación de una pulsión trascendental,
para anidar un “más allá de las palabras”.
El amor del presente se conjuga con lo erótico del pasado, y este con
la memoria conjugada como parodia de lo religioso. La labor del poeta se
reconcentra en “recomponer” a Dios y sus “terribles descuidos” en su ocio.
Después la ironía de Luis Vidales, el doloroso enfrentamiento con Dios de
Rojas Herazo, Mario Rivero, hasta algunos poemas de María Mercedes
Carranza, y, por no contar la aparición de Dios en la reciente poesía
colombiana (García Dussán, 2012: 77-92), culminando con Semana Santa de
mi boca, poco se había mostrado en la poesía colombiana la profanación y
rebajamiento religiosos de esa manera.
Para Giorgio Agamben lo profano se reere a “aquello que, habiendo
sido sagrado o religioso, es restituido al uso y a la propiedad de los hombres”
(2005: 97), mientras que la parodia es entendida como “imitación del verso
de otro, en la cual aquello que en nosotros es serio se vuelve ridículo, cómico,
o grotesco […] La parodia no procede solamente insertando contenidos
más o menos cómicos en formas serias, sino parodiando, por decir así, la
lengua misma” (pp. 47-56). La parodia no se constituye, pues, en un género
literario, sino en una estructura lingüística transmitida al arte en general
signada necesariamente por el luto y por la burla. La parodia, además,
dice Linda Hutcheon, en Latinoamérica adopta un carácter político, crítico,
de instalación e ironización, que impugna la originalidad y se presenta
como forma problematizadora de la impugnación, que desnaturaliza y
reconoce la política de las representaciones (Hutcheon, 1993: 187-188). Es
decir, aquello que se tenía por alto, inalcanzable política, histórica, social o
cientícamente, se acerca a lo cotidiano, y, en este caso, es burlado través de
la sacralización de la reescritura.
En Semana Santa de mi boca la memoria se convierte en la acicateadora de
la liberación de los deseos, de los “amores perros” ya que estos se presentan
bajo un contexto religioso. En un primer verso, el hablante da la dimensión
de lo que se presentará en páginas más adelante: “Por mí cruza la fe pero